El acceso a la educación
superior experimentó un gran crecimiento en los últimos 30 años. A nivel de
pregrado, esto significó pasar de una matrícula de 165 mil estudiantes a
principios de los años ochenta a una matrícula de más de un millón de
estudiantes el año 2012. Este desarrollo que ha tenido el sistema ha permitido
a un nuevo grupo de jóvenes acceder a la educación superior, pasando de ser un
sistema de elite a uno masivo. Sin embargo, este aumento en la matrícula trajo
consigo un cambio en el perfil y en las necesidades de los estudiantes.
Las altas tasas de
deserción universitaria en el país evidencian la carencia de orientación
vocacional a los estudiantes de enseñanza media. En un informe del Departamento
de Economía de la
Universidad de Chile ““Estudio sobre causas de la deserción
universitaria” (2008) se encontró que una de las causas más determinantes en la
deserción de estudiantes en primer año universitario era los problemas
vocacionales, seguido de la situación socio-económica de sus familiares y el
rendimiento académico.
En este mismo estudio, los
estudiantes planteaban la necesidad de aumentar y mejorar la información sobre
las carreras, no sólo a nivel de planes de estudios o mallas curriculares, sino
también en forma especial, aquella relacionada con orientación vocacional.
De acuerdo a cifras del
Consejo Nacional de Educación (2012), cerca del 50% de quienes se matriculan en
la universidad o en centros de formación técnica no completan el programa en el
que se matricularon, mientras que en el caso de los institutos profesionales
(IP) esta cifra llega al 60%.
Para el rector de la Pontificia Universidad
Católica, Ignacio Sánchez,
otro de los motivos por lo que los estudiantes se alejan de las aulas es por
la poca orientación sobre las carreras o la nula información acerca de
la relación entre sus intereses y aptitudes que reciben en su etapa escolar. De
hecho, la visión de la máxima autoridad académica de la UC la comparte el 62,2% de los
directivos de universidades pertenecientes al CRUCH, y con el 30% de los
de universidades privadas.
Esta falta de antecedentes provoca que los jóvenes,
luego de rendir la Prueba de Selección Universitaria (PSU), opten por las
carreras más conocidas ya que ignoran otras alternativas, o simplemente elijen
entre aquellas cuyo puntaje les permite optar. La rigidez del sistema educacional actual,
además, impide a los estudiantes definirse por otras áreas o intereses una vez
están dentro de los establecimientos.
La deserción
En las últimas décadas, la deserción ha sido estudiada
desde distintas perspectivas, incluyendo la psicología, la sociología y la
economía, desde donde se han intentado explicar sus causas y consecuencias.
Los enfoques del análisis de la deserción pueden
clasificarse en cinco categorías, dependiendo de la importancia que se da en el
modelo a ciertas variables (Braxton, Johnson, & Shaw-Sullivan, 1997).
Aunque en todos los modelos se reconoce la interacción de distintos factores,
es posible clasificarlos de acuerdo a los elementos a los que le dan mayor
importancia en las siguientes categorías:
-
Psicológicos
-
Económicos
-
Sociológicos
-
Organizacionales
-
De interacciones
Fishbein y Ajzen (1975) sostienen que la decisión de
deserción es el resultado de un debilitamiento de las intenciones iniciales del
estudiante. Attinasi (1986) complementó el modelo psicológico anterior
añadiendo la idea de que la deserción es también determinada por la evaluación
que hacen los estudiantes de su vida una vez que ingresan a la educación
superior.
La orientación vocacional
Desde sus
comienzos a principios del siglo XX, el campo de la psicología vocacional ha
sido estructurado por el mundo laboral. En el contexto contemporáneo las
personas enfrentan necesidades surgidas ante cambios masivos que no sólo
afectan el trabajo, sino diversas esferas de la vida (Dubar, 2000). Las
personas enfrentan cambios rápidos y constantes en sus contextos y deben
construir sus trayectorias vitales sin las referencias que otorgaba la cultura
tradicional.
Actualmente, la psicología de la orientación cuenta con
mayores conocimientos sobre el desarrollo humano, los procesos de construcción
identitaria, las anticipaciones para el futuro y las representaciones sociales
que inciden en los proyectos y elecciones ocupacionales. En las prácticas
actuales el orientador pasa del rol de experto a ser un facilitador del
desarrollo humano de la persona, no sólo en lo que respecta a su formación u
ocupación (Aisenson, 2007)
El rol de los educadores
Los educadores que forman parte del crecimiento personal
y académico de los jóvenes en el período secundario es de gran importancia para
ayudarlos a encontrar las aptitudes que cada uno posee pero que en muchas
ocasiones es difícil siquiera saber diferenciarlas.
Con el aumento de la
matrícula en establecimientos universitarios se incrementó también los test de
orientación vocacional, aunque no forma adecuada. Hoy en día los jóvenes se ven
enfrentados a estos test en tercero o cuarto medio, cuando están en
preuniversitario y, incluso en ocasiones, cuando ya están en la universidad.
Esto conduce a que los alumnos basen sus decisiones teniendo poca, o a veces,
nula información acerca de las carreras que mejor se adecúan a las aptitudes
del estudiante.
De acuerdo a lo
expuesto anteriormente y teniendo en cuenta los factores psicológicos que
llevan al alto número de deserción universitaria se puede concluir que la
implementación de test de orientación vocacional a partir de la primera etapa
de la enseñanza media ayudaría a disminuir estas cifras. Dentro de esta
inclusión se incluye también el fomento de las competencias detectadas, papel
que juega el educador, además de la entrega de suficiente información referente
al espectro de posibilidades existentes hoy en el mercado.
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